EMBOSCADA
Artista: Rosana Avellaneda
Curadora: Ana Larrere
CASA DE LA CULTURA
Bahía Blanca | 08. 08. 2025 al 22.08. 2025
Registros Rorri Galíndez
Artista: Rosana Avellaneda
Curadora: Ana Larrere
CASA DE LA CULTURA
Bahía Blanca | 08. 08. 2025 al 22.08. 2025
Registros Rorri Galíndez
Emboscada
“Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.”
— Rayuela, Julio Cortázar
de geometría, de caos y de agua
En mis visitas al taller de Rosana Avellaneda, hay un libro que siempre está cerca de la mesa de trabajo: Rayuela, de Julio Cortázar. No sé si lo está leyendo o si simplemente lo deja ahí para que respire con ella. Tal vez sea una brújula, o un espejo.
Emboscada nombra una irrupción. Un instante en el que lo estable se vuelve incierto, en el que los límites pierden nitidez y algo imprevisto se cuela por las grietas. Evoca una sensación: la de estar expuestos, en medio de un entorno que ya no garantiza refugio. Sin embargo, en esa vulnerabilidad también se activa una fuerza: una forma de defensa, de adaptación, de vida que insiste.
Rosana trabaja con formas precisas que conservan el eco de lo vivido. La abstracción, lejos de imponer distancia, se convierte en una manera de pensar desde los márgenes. Ingeniera de formación, parte de la geometría como lenguaje, pero no la usa para fijar sentidos: la deja fracturarse, volverse inestable.
En las pinturas que dan título a la muestra hay atmósferas, marcas, voces propias y ajenas, fragmentos de noticias que actúan como restos de lo real. Todo está presente, pero desplazado. La experiencia reaparece en la forma, en los detalles, en aquello que se escapa al control, incluso dentro de un pensamiento riguroso.
También hay en Emboscada una voluntad de transformación. Rosana trabaja con materiales tomados del ámbito de la construcción —mosquiteros, clavos, mallas metálicas— y los traslada al terreno del arte. Lo que antes tenía una función se vuelve imagen, materia sensible, significante. En esa operación, la técnica se abre a lo poético. Las nubes, hechas con malla y clavos colgantes, condensan tensiones opuestas. Son livianas y pesadas a la vez, amenazantes y delicadas. El cielo, detenido, deja de ser sólo horizonte y se vuelve cuerpo. Una tormenta que permanece suspendida eternamente.
Las pinturas de la tercera pared, más silenciosas, prolongan esa ambigüedad. No buscan enunciar, pero permiten sentir. Hay algo que insiste, una memoria, un destello, una interrupción.
Emboscada propone un modo de habitar el lenguaje abstracto como un terreno en movimiento, donde lo técnico y lo poético no se contradicen, sino que se entrelazan para confrontarnos con aquello que nos descoloca.
Rosana juega con las reglas de su propia geometría, como en una rayuela donde no hay garantía de equilibrio, pero sí un cuerpo que sigue intentando.
Ana Larrere
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